viernes, 20 de febrero de 2009

2009 Entrevista con el escritor Mario Vargas Llosa

Por Pepe Hidalgo Jiménez
Por la escalera del Hotel Libertador de Trujillo desciende afable, sonriente y relajado Mario Vargas Llosa (MVLL). Antes de pisar el último peldaño abotona su saco azul y acomoda el mechón cano que cubre su frente. Por la misma escalera, hace instantes, corría su nieta y caminó su hija Morgana. El escritor es un padre consentido y un abuelo chocho. Pocas son las oportunidades en que la generación Vargas Llosa se junta, así que esta tarde es de por sí especial. No ha transcurrido ni una hora desde que abandonó el avión que lo trasladó de Lima a esta ciudad, y el literato ya improvisó una entrevista en el hall del hotel. Para ser exactos, los periodistas lo rodearon, como si fuera una estrella de cine, y él, en un gesto de amabilidad, se ha detenido a responder lo que le preguntan.
Pero no solo Vargas Llosa ha detenido el paso a esta hora. El tiempo también se ha detenido. Ha decidido ubicarse en 1952, entre los meses de abril y diciembre. En la mente de Mario, los recuerdos han comenzado a volar como si fueran papeles soplados por el viento. De pronto, la escena se ubica en la calle Lima de la Piura de entonces. Se oyen voces, se habla de periodismo; es La Industria de Piura y un Mario Vargas Llosa de 16 años teclea sus primeras noticias periodísticas en una máquina de escribir.

¿Qué recuerdos guarda de su paso por La Industria de Piura?
Son muchos. Fue una experiencia maravillosa. Yo estaba en el quinto de secundaria, en el colegio San Miguel. En esas vacaciones yo había trabajado de forma fugaz en La Crónica. Uno de los periodistas de este diario me hizo una recomendación para don Miguel F. Cerro, propietario de La Industria. Entonces me presenté ante don Miguel con esta recomendación y me contrató. Trabajé el año que estuve en Piura, al mismo tiempo que hacía el quinto de media. Terminaba el colegio al mediodía y salía corriendo a La Industria, luego regresaba al colegio y luego volvía a La Industria hasta que armábamos el periódico. Fue una experiencia hermosa porque hice un poco de todo. Escribía noticias internacionales, deportes, noticias políticas y además yo realizaba colaboraciones literarias. Las primeras colaboraciones literarias que hice nacen en La Industria de Piura.

En más de un artículo sobre su paso por Piura ha comentado que se siente agradecido por el apoyo que le brindó don Miguel F. Cerro, ¿qué recuerda de su relación con él en La Industria?
Don Miguel era una persona encantadora, una persona mayor que tenía más de 80 años, pero que trabajaba todo el día. Tenía un fundo, me parece que rumbo a Catacaos, al que se iba en su caballo, pero antes de salir ingresaba a La Industria de Piura, y de pronto el caballo irrumpía en el periódico. El bajaba con sus botas de montar y su sombrero de paja. Era muy minucioso y muy estricto. Leía cuidadosamente todo el periódico, de principio a fin. Cuando había errores de sintaxis, errores gramaticales o periodísticos nos amonestaba seriamente. Era una persona con un gran sentido del humor. Yo lo recuerdo con mucho cariño y agradecimiento porque a mí me hizo creer que yo ya era un periodista tratándome como tal, cuando era apenas un chiquillo de colegio.

¿Entonces fue en La Industria donde descubrió esa pasión por el periodismo?
Sí. Comencé en realidad en La Crónica, pero en La Industria descubrí mi pasión por el periodismo. Era hermoso porque todos los periodistas hacíamos de todo: desde reportajes, crónicas policiales, dábamos vuelta a las informaciones internacionales, nacionales; era una experiencia más que satisfactoria.

Y alimentada por anécdotas como la publicación de La noche de los desesperados

(Risas). De eso prefiero no hablar porque corro el riesgo de alcanzar un gran desprestigio literario si se habla de mis primeros poemas.

Este 28 de marzo, Mario Vargas Llosa cumplirá 73 años. Los curiosos que lo rodean esta noche, en el hall del hotel, murmuran que en vivo en directo luce más delgado que en las fotografías que ilustran las contratapas de sus libros, o cuando sale en televisión recibiendo de manos de algún intelectual un reconocimiento Honoris Causa. El escritor ha perdido la cuenta de cuántos Honoris Causa ha recibido en estos últimos años, en cuantas casas ha vivido desde su infancia. Quizás, también, no maneja la cuenta exacta de cuántos libros ha leído en su vida, aunque dudo que esa cifra le resulte complicada de acertar cuando se trata de Faulkner, un referente esencial en su vida y en sus textos. En el hall del hotel, el número de curiosos concentrados alrededor de su sólida figura ya superó la veintena. El escritor se pierde entre una multitud que no le permite al ruido interrupción.

La literatura plantea desafíos, al igual que la política. Alguna vez sentenció en una entrevista que nunca volvería a la política partidarista. ¿Mantiene vigente esa posición?
A mí la política me dejó una lección: no soy un político. Además, para un escritor no hay experiencia mala, todas las experiencias son enriquecedoras. Sin duda fue una experiencia muy instructiva. Creo que la mejor forma de conocer a un país y sus necesidades, es probablemente a través de una campaña política. A mí me sirvió esto para aprender muchas cosas y darme cuenta que no era para la política.

Pero eso no lo exime de opinar sobre la situación política del Perú en la actualidad.
El país está creciendo de una manera muy dinámica. Llevamos dos periodos gubernamentales con un crecimiento sistemático, y aunque hay muchos problemas por resolver, la orientación es positiva. Eso significa que estamos muy bien preparados frente a una crisis que va a golpear a toda Sudamérica, pero que nos recibirá muy bien parados.

Su última incursión ha sido en la dramaturgia, experiencia done usted confiesa ha volcado su máxima energía. ¿Considera que en esta faceta se reivindica con una de sus más grandes pasiones, mostrando a un Vargas Llosa mucho más íntimo?
Eso sí. Siempre me gustó el teatro. La prueba de eso es la obrita que escribí y se estrenó en Piura (La huída del inca). Si en los años 50, cuando empecé a escribir hubiera existido en el Perú un movimiento teatral, más o menos importante, antes que novelista hubiera sido dramaturgo. Por entonces, escribir teatro era algo muy frustrante porque uno tenía muy pocas posibilidades de ver sus obras sobre las tablas. Siempre tuve la pasión secreta por el teatro. Siempre veo esta faceta como una oportunidad que enriquece mi experiencia narrativa.

SOBRE LA FERIA DEL LIBRO

¿Qué expectativas y emociones lo embargan como invitado de lujo en esta cuarta edición de la Feria del Libro?
Tuve la suerte de estar en la edición inaugural y realmente fue una bonita experiencia y un gran éxito, por la participación del público. Acudieron muchísimas personas, compraron libros, asistieron a las mesas redondas, conferencias y la verdad que el éxito sorprendió a los organizadores que no esperaban una respuesta tan especial.

Los secretos de un novelista es el nombre de la conferencia magistral de esta noche. ¿Qué secretos deleitarán al público?
Creo que todas las personas que han leído un libro y se han entusiasmado con él, han tenido siempre la curiosidad por saber que hay detrás, cómo nació, cómo se gestó, cuál fue el proceso que siguió, los personajes. Lo que pienso hacer es una descripción de ese proceso; no es idéntico en todos los escritores, creo que cada escritor es un método de trabajo distinto, pero esos son los secretos que espero contar. Nada truculento ni terrible (risas).

La improvisada entrevista se trunca. Mario Vargas Llosa debe partir a la Feria del Libro. Allá lo esperan miles de lectores que seguramente detendrán su paso para tomarse fotografías, firmar autógrafos o compartirle algún comentario. Antes de subir al bus que lo trasladará, como todo abuelo y padre chocho se despide de su nieta e hija con un beso en la mejilla. Ese es Mario Vargas Llosa, el humano que cuando se despoja de su lado intelectual, se convierte en el padre consentido, en el abuelo mimado, que alguna vez se convirtió en Papá Noel.

Una anécdota: Sobre La noche de los desesperados
Diversas son las anécdotas que marcan el paso de Mario Vargas Llosa por La Industria de Piura. Una de ellas tiene que ver con la publicación de su poema La noche de los desesperados, a página completa, en el diario. Por entonces, La Industria de Piura tenía cuatro páginas. Cuando don Miguel F. Cerro se dio cuenta que una de ellas había sido ocupada por el poema de Vargas Llosa, no dudó en manifestar que la edición de ese día pecaba de exuberancia.

Diario La Industria. Viernes 23 de enero del 2009.

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